Después de un mes, ¿sigue siendo el “Quédate en casa” la mejor opción para el Ecuador?
ACADEMIUM – OPINIÓN
Autor: MSc. Cristian Ordóñez
Han pasado ya, al 20 de abril de 2020, 35 días en los que el país inició su cuarentena obligatoria, para paliar los efectos originados por el Covid-19. Los balances preliminares oficiales dan cuenta de cerca de 10 000 contagiados y alrededor de 1 300 fallecidos por causa del virus. El vicepresidente de la República, Otto Sonnenholzner, y otras autoridades gubernamentales explican que las medidas de aislamiento empiezan a funcionar y han desacelerado tanto el número de contagios, el ingreso de pacientes por emergencias, así como la cantidad de fallecidos.
Más allá de contrastar estas afirmaciones con el número real de casos de esta pandemia en el Ecuador, cabe preguntarse qué pasará a futuro. No cabe duda que las recomendaciones médicas del más alto nivel tuvieron razón al inicio de esta enfermedad: quedarse en casa para no propagar el virus. No obstante, después de más de un mes, ¿sigue siendo esta la mejor estrategia para vencer al coronavirus a futuro? La respuesta que se sugiere en este escrito es no, necesariamente.
Primero, porque el aislamiento no combate al virus; lo evita. El Covid-19 no va a morir; debemos aprender a convivir con él, el resto de nuestras vidas (al menos hasta que se encuentre una vacuna). Y en esto último está la clave del segundo punto: la adaptación, siguiendo los preceptos evolucionistas del alemán Charles Darwin. No se trata de volver a la “normalidad” como la conocíamos. Se debe, más bien, crear una nueva “naturalidad” que considere todas las variables contextuales (uso obligatorio de mascarillas y distancia social, principalmente) e incorpore cambios radicales en nuestra cotidianidad. Es cuestión, y como tercer aspecto, de aprender y de actuar. Si bien lo primero se debió hacer en el confinamiento, lo segundo no. Es decir, en estos más de 30 días, la población ecuatoriana conoció, en mayor o menor medida (algunas zonas mostraron serios problemas de aprendizaje) lo que es el coronavirus, su forma de transmisión y cuidados para evitarlo.
Queda, entonces, ver los frutos prácticos e individuales de ese aprendizaje. Que no se entienda esto último, como una burda defensa a la economía capitalista ¡No! Se trata de examinar todas las variables del entorno. La vida, se coincide, es la más importante. Pero esta no puede ser digna para quienes viven al diario, para quienes anhelan reencontrarse con sus familias o para aquellos que cuentan las semanas para tener resultados de algún proceso.
No se confunda con un llamado irresponsable a abrir las puertas y volcarse a las calles. Pero mientras los días pasan es común observar a la gente que, de a poco, e irrespetando las ordenanzas, empieza a copar las veredas de las grandes ciudades, en claro síntoma que las acciones tempranas empiezan a perder su efecto.
La inacción, no puede castigar a las zonas que en este mes siguieron disciplinadamente las órdenes. Debe, más bien, incentivar su actuar disciplinado, en favor de los lugares más afectados. La clave de todo está en una planificación inmediata, pero de progresivo actuar. En hacer uso de las tecnologías preventivas, pero, sobre todo, de hacer conciencia individual, responsable y estricta por el bienestar colectivo. Esta no es tarea de militares, ni de policías, ni siquiera de médicos. Es tarea de todos.
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